viernes, 25 de octubre de 2013

25/07/13


Amanece bajo cielo diferente, pero encima del mismo rojo y verde de anoche. Las calles están repletas de gente y de pequeños comercios que buscan conseguir un poco de dinero para subsistir.  Estos comercios son simplemente unas tristes casetas montadas al pie de la acera. Puedes encontrar cualquier cosa imaginable en un país subdesarrollado. 

Por donde vamos hay “negros” que nos miran como “blancos”. Nos ven como fáciles consumidores, lo que hace que todos vengan a exponernos sus comercios.

La vida aquí es muy tranquila. No existe el estrés, ni los agobios. Se trata de la lentitud personificada en miles de seres, que viven su vida independientemente, sin ningún tipo de preocupación que vaya más allá que el simple sobrevivir. 




Son personas felices, con una vida feliz, en un mundo feliz.

Lo que más me ha impactado hoy ha sido ver a las personas pedir en la calle. Se trata de personas enfermas por la polio o por enfermedades mentales. Los enfermos de polio van arrastrándose por el suelo de tierra, ya que sus extremidades se han distorsionado hasta llegar a la discapacidad. Una mujer con rodilleras caseras llevando a su hijo a cuestas nos mira con una gran sonrisa. Los enfermos mentales van desnudos por la calle, haciéndose notar ante la tranquilidad existente.


No consta organización alguna. Ni tampoco franjas horarias que determinen las acciones, el que hacer. Cada uno hace lo que quiere y cuando quiere. Y esta ley se aplica a cualquier edad.

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